“Pueden decirse muchas tonterías acerca del mito, porque es
precisamente el campo de las tonterías. Y la tontería, como se lo he dicho
siempre, es la verdad.”[1]
Buscamos las claves del enigma que agujerea al saber, pero el
saber es no-todo...y no-todo es saber. Recurrimos a veces al mito para intentar
atrapar algo de lo indecible, pero siempre habrá algo que se nos escapa y
detrás de eso vamos, ese enigma es como la miel…o la manzana.
Y así fue en el principio. Si nos remitimos al Génesis,
encontramos que Dios invitó al hombre a comer de todos los árboles del huerto,
a excepción de uno: “pero no comas del árbol del conocimiento del bien y del
mal, porque si comes de él morirás irremediablemente.”[2]
Pero ya sabemos que la serpiente hizo de las suyas…convenciendo a Eva, quien
consideró que ese árbol de la sabiduría era lo suficientemente codiciable cómo
para caer en la tentación.
“3:7 Entonces se les abrieron los ojos, se
dieron cuenta de que estaban desnudos,
entrelazaron hojas de higuera, y se taparon con ellas. 3:8 Oyeron después los
pasos del Señor Dios que se paseaba por el huerto al fresco de la tarde, y el hombre y su
mujer se escondieron de su vista entre
los árboles del huerto. 3:9 Pero el Señor Dios llamó al hombre diciendo: -¿Dónde
estás? El hombre respondió: 3:10 -Oí tus pasos en el huerto, tuve miedo y me escondí, porque estaba desnudo.”[3]
He aquí la sabiduría hasta entonces no sabida: estaban
desnudos.
Vayamos a la etimología de verdad. Aληθεια. Está compuesta
por α (a = sin) y ληθεια (letheia = ocultar), con lo cual unidos forman el
concepto de "des-ocultamiento". De ahí que la verdad sea más bien una
tarea, una acción. La acción de desvelar, correr el velo para que aparezca lo
que está oculto. Para un griego la frase “la verdad desnuda” es pues una
redundancia. La verdad siempre está desnuda. Es lo desnudado, lo desvestido, lo
desvelado. Ahora bien, ¿qué es lo que está oculto? ληθεια (lethia = ocultar),
está emparentado con (lethe = olvido) que da nombre a un río del Hades, el
Leteo. Beber de sus aguas provocaba un olvido completo. De tal modo que la verdad es lo olvidado.
Y si de saber y verdad hablamos en psicoanálisis, ¿a qué nos
referimos? En este pequeño recorrido iremos puntuando algo de lo que Lacan trabaja
al respecto en su Seminario 17 “El Reverso del Psicoanálisis.”
Efectivamente Adán y
Eva se paseaban por el paraíso, desnudos sin saberlo hasta que la manzana fue
mordida...
Bello ejemplo de las siguientes palabras de Lacan: “En
efecto, parece que la verdad es para nosotros una extraña, me refiero a nuestra
propia verdad. Está con nosotros, no hay duda, pero sin que nos concierna tanto
como suelen decir."[4]
“…hay un saber
perfectamente articulado del que, hablando con propiedad, ningún sujeto es
responsable. Cuando de pronto un sujeto tropieza con él, puede tocar ese saber
inesperado, se queda, él, el que habla, bien desconcertado, ya lo creo.”[5]
Este saber, el inconsciente para nosotros, es un saber que
sabe pero del que el sujeto no sabe. Y cuando tropieza con él surge el
desconcierto y la vergüenza. ¿Por qué? Porque este saber sabe del goce y es
medio para el goce.
Ya lo decía Dios, comer del árbol de la sabiduría conllevaría
la muerte.
Para Lacan el goce está vinculado con la entrada en juego del
significante ¡¿manzana?! “El goce es exactamente correlativo de la forma
primera en que entra en juego lo que llamo la marca, el rasgo unario, que es
marca para la muerte, si quieren darle su sentido. Observen bien que nada toma
sentido sino a partir del momento en que entra en juego la muerte.”[6]
Y para asegurarnos leamos el epílogo del capítulo 3: “22.
Después el Señor Dios pensó: Ahora que el hombre es como uno de nosotros,
conocedor del bien y del mal, sólo le falta echar mano al árbol de la vida,
comer su fruto y vivir para siempre. 23. Así que el Señor Dios lo expulsó del
huerto del Edén, para que trabajara la tierra de la que había sido sacado.”[7]
A partir de ese momento mítico en que el significante es
mordido por el viviente el cuerpo quedará mortificado. Hay una pérdida. El paraíso
quedó perdido y ahora habrá que trabajar aquella misma arcilla con la que
fuimos formados.
Cuando el saber se pone a trabajar, nos dice Lacan, lo que
produce es el plus de goce, equiparado en términos de física a la entropía.
“Esta entropía, este punto de pérdida, es el único punto, el
único punto regular a través del cual tenemos acceso al goce. En esto se
traduce, culmina, se origina, la incidencia del significante en el destino del
ser que habla.”[8]
El goce se capta en la dimensión de la pérdida instaurándose
como plus de goce a ser recuperado. El sujeto producido por la operación
significante saldrá a la búsqueda incesante y trabajosa de recuperar aquello
perdido.
"Somos seres nacidos del plus de goce,
resultado del empleo del lenguaje (...) El lenguaje nos emplea, y por este
motivo eso goza. Por eso la única posibilidad de la existencia de Dios es que
El –con E mayúscula- goce, es que Él sea el goce."[9]
Somos empleados del lenguaje, sus obreros y es el Otro quien
goza. Este Otro quien se instituye como tal en el momento de la articulación
significante es quien goza. Se trata aquí del goce del sujeto en tanto objeto
para el goce del Otro.
“Con el saber en tanto medio del goce se produce el trabajo
que tiene un sentido, un sentido oscuro. Este sentido oscuro es el de la
verdad.”[10]
La verdad del sujeto está en relación al plus de goce
instaurado a partir de la pérdida. La verdad es hermana del goce, del goce
prohibido como efecto del lenguaje para el hablante ser.
La verdad entonces no excluye al goce, ni es excluida por el
goce. Por el hecho de que se instaura la dimensión del goce, hay precisamente
para el sujeto una dimensión de la verdad.
“El amor de la verdad
es el amor de esa debilidad a la que le hemos levantado el velo, es el amor de
lo que la verdad esconde y que se llama castración.”[11]
Algo de la verdad se revela en la desnudez de Adán y Eva que
invita a las hojas de parra. Se esconden, tienen miedo, vergüenza ante la
mirada del Otro. ¿Por qué? Porque esa mirada apunta a lo más íntimo del sujeto.
Su ser de goce.
“En fin, tengan en cuenta lo siguiente: si algo debe
inspirarles la verdad, en caso de que quieran sostener el Analysieren, no es ciertamente amor. Ya que la verdad, en esta
ocasión, es la que hace surgir aquel significante, la muerte.”[12]
Han comido la manzana, algo de la verdad -no-toda- se ha
revelado. Acceder a ella les ha merecido el destierro, la muerte como condena.
“No vale la pena morir por ello, se dice a propósito de
cualquier cosa, para reducirlo todo a la futilidad. Dicho de la forma en que se
dice, con este fin, se elide el hecho de que la muerte es algo que puede
merecerse.”[13]
“El efecto de verdad no es más que una caída de saber. Esta
caída es la que hace producción.”[14]
La caída del saber será la que posibilite el acto.
No habrá saber que capture a la verdad dado su parentesco con
el goce. La verdad no puede decirse toda, es imposible. Sabemos que lo
imposible es lo real. La verdad es no-toda porque precisamente concierne a lo
real.
Ya hemos dicho suficientes tonterías sobre Adán y Eva.
Quedará en cada lector animarse a morder la manzana…
Lic. Marcela
Alejandra Lamata
[1] Lacan J.
(1969-1970) El Seminario, Libro 17, El Reverso del Psicoanálisis, Buenos Aires,
Paidós,2012, p.117
[2] Biblia de América, edición popular.
Madrid, Atenas, PPC, Sígueme, Verbo Divino, 1997. 2:17 p.12.
[3] Biblia de América, p. 12.
[4] Lacan J. Ib. p.61
[5] Lacan J. Ib. p.82
[6] Lacan J. Ib. p.191
[7] Biblia de América, p. 13.
[8] Lacan J. Ib. p.53
[9] Lacan J. Ib. p.70
[10] Lacan J. Ib. p.54
[11] Lacan J. Ib. p.55
[12]Lacan J. Ib. p.186
[13]Lacan J. Ib. p.196
Comentarios
Publicar un comentario